sábado, 30 de junio de 2012

¿Dónde te has metido?


El reloj marcaba las siete, el goteo del grifo acompasaba el fluir de sus pensamientos y un débil rayo del sol comenzaba a entrar por las rendijas de su persiana. La noche fue larga, apenas había conseguido adormecerse mientras disfrutaba de algunos capítulos de su libro favorito, pero ni aun con esas logró evadirse de la cruda realidad que le esperaba al comenzar un nuevo día, seguramente igual que el de ayer. En el vaso de su mesilla ya solo quedaban los posos de lo único que le había acompañado durante su intensa travesía por aquel vacio interior que acarreaba desde hacía un par de meses. Lo había abandonado sin dar explicación, la inspiración se había evaporado y no sabía ni cómo ni por qué. Las hojas en blanco formaban un perfecto puzle sobre la mesa, esa en la que tantas horas había pasado. Sin embargo ni las manías, ni las costumbres hacían que regresara. Ya había probado todo tipo de rituales e invocaciones y ahora ya sólo se amarraba a una copa con hielos que emanaba un exquisito aroma a ron cubano.
Se incorporó en la cama y se dispuso a comenzar otra odisea frente al papel en blanco, el frío del suelo le hizo entrar en contacto con la realidad de un nublado día de verano y se dirigió a la cocina a la espera de que un café bien cargado despertara todos sus sentidos. En un halo de silencio el teléfono empezó a sonar, no aguardaba ninguna llamada y la presión se cernía sobre su cabeza mientras la cafetera daba el aviso de que el café ya estaba listo. Las noticias llegaron en mal momento.

sábado, 14 de abril de 2012

Historias de primavera.

El viento huracanado azotaba con fuerza los ventanales, el aire que se colaba entre la gran masa boscosa producía un angustioso silbido que  parecía sacado de los efectos especiales de una película de miedo, los estruendos de un cielo molesto y el ambiente cargado de una tremenda humedad auguraba una horrible tormenta. Tanta oscuridad en el cielo encogía el alma de la pequeña Alejandra, que escondida entre los brazos de su padre, se tapaba la cara con tanta fuerza que parecía que aquella porcelana de la que parecía estar hecha iba a hacerse añicos. La mecedora no cesaba en su vaivén, pero nada conseguía calmar el llanto de aquella muñequita de rizos dorados. Transmitía tal desesperación que consiguió que los enormes ojos de su madre se inundaran de lágrimas que resbalaron por su mejilla con toda la discreción que te puedas imaginar.
El agua comenzó a caer, fina como agujas, y sin tregua la lluvia rompió con más fuerza en un silencio casi total. Pronto la pequeña casa de madera se encontró en medio de un mar de barro, luchando por no ser engullida, como si de arenas movedizas se tratase. El temporal tardó un par de horas en amainar, para entonces el monte ya lucía su nuevo traje, los pinos cantaban su renacer y las flores desprendían un aroma que hacían olvidar toda incertidumbre vivida. Cuando Alejandra consiguió romper esa guerra de llanto y lluvia, con los ojos como platos contempló anonadada aquel paisaje y un fuerte sentimiento atrapó su corazón, era una de las personas más afortunadas del mundo por pertenecer a aquel recóndito lugar. Ya no recordaba ni la angustia, ni el miedo provocados por una madre naturaleza enfurecida.

viernes, 23 de marzo de 2012

Azul cielo, verde mar.

Bajo la atenta mirada de aquel personaje, ella caminaba con la cabeza gacha resolviendo sus acertijos mentales e intentando no pisar las rayas rojas que en la acera se dibujaban. El cigarro se consumía entre sus carnosos dedos y el transcurrir de los minutos agotaba los últimos vestigios de luz natural. A lo lejos en un solitario taburete de las afueras de un bar, un tipo bien vestido sujetaba fuertemente un vaso con hielos. No resultó difícil sacarla de aquel profundo ensimismamiento cuando el olor a destilería llegó a su respingona nariz. Una sonrisa se desdibujo en su cara, era una buena manera de acabar el infernal día por el que había tenido que pasar. Contoneado su larga y rizada melena negra como el azabache, dejó que todos los problemas se ahogaran en un amargo trago de whisky. Aquel no era lugar para una señorita, pero era una mujer de armas tomar.
El ambiente estaba cargado, aquel antro se había convertido en un barco en medio de en un mar de humo. No era bienvenido, el tipo del taburete se había dejado llevar por el agradable perfume hasta llegar a ella. No quería más compañía que la de su copa. La soledad era lo que buscaba, aunque no podía dejar de recordar el brillo de sus ojos en la oscuridad de la noche.