viernes, 23 de marzo de 2012

Azul cielo, verde mar.

Bajo la atenta mirada de aquel personaje, ella caminaba con la cabeza gacha resolviendo sus acertijos mentales e intentando no pisar las rayas rojas que en la acera se dibujaban. El cigarro se consumía entre sus carnosos dedos y el transcurrir de los minutos agotaba los últimos vestigios de luz natural. A lo lejos en un solitario taburete de las afueras de un bar, un tipo bien vestido sujetaba fuertemente un vaso con hielos. No resultó difícil sacarla de aquel profundo ensimismamiento cuando el olor a destilería llegó a su respingona nariz. Una sonrisa se desdibujo en su cara, era una buena manera de acabar el infernal día por el que había tenido que pasar. Contoneado su larga y rizada melena negra como el azabache, dejó que todos los problemas se ahogaran en un amargo trago de whisky. Aquel no era lugar para una señorita, pero era una mujer de armas tomar.
El ambiente estaba cargado, aquel antro se había convertido en un barco en medio de en un mar de humo. No era bienvenido, el tipo del taburete se había dejado llevar por el agradable perfume hasta llegar a ella. No quería más compañía que la de su copa. La soledad era lo que buscaba, aunque no podía dejar de recordar el brillo de sus ojos en la oscuridad de la noche.