sábado, 4 de junio de 2011

Rutinas

Rotas las noches por tu nombre que en la soledad de la oscuridad se me cruzaba entre mis caóticos pensamientos como una estrella fugaz que a su paso dejaba vestigios de ti, de lo que un día quizás vivimos. Una y otra vuelta, la cama parece tan pequeña… todo es vacio alrededor. Te imagino y la rabia me invade, los pies están fríos. Nada, es lo que hay más allá de esto. Pero si me doy media vuelta y lo miro desde el otro lado me dan ganas de luchar. Poco a poco me va invadiendo el sueño, no está mal después de haber pasado más de dos horas que no me han llevado a ninguna conclusión pues los rayos de sol que me despertarán mañana serán la señal de un nuevo día igual que el de ayer.

jueves, 28 de abril de 2011

No fue un Jueves cualquiera

Todos conocemos esa sensación de estupor y alegría de alcanzar lo que anhelamos, pues bien este jueves fue unos de esos días en los que ese sentimiento me invadió. Sentada en un autobús de la Serrana, que no es uno de primera clase ni mucho menos pero tiene su hueco en lo encantador de esta historia, contemplaba el maravilloso paisaje que conforme más avanzaba, más bonito me parecía, y que casualidad que a la vez que esto incrementaba más cerca estaba de eso que tanto ansiaba; pero pongámonos en antecedentes.
Esa mañana tocaba un duro trabajo: decidir todo, y cuando digo todo es TODO (jajaja), sobre nuestro programa de televisión. Se presentó una mañana ajetreada tras haber dormido tan sólo tres horas, pero esa es otra historia. Lo que en un principio comenzó como una conversación entre personas, pronto se convirtió en una lluvia de gritos y voces (y eso que no estaba Andrea), pero entre ellas, pequeñas grandes ideas surgían. Tras haber tomado algunas decisiones, la gente comenzó a macharse y al fin eso que durante un tiempo llegó a parecer un gallinero, se transformo de nuevo en una casa (sí, soy un poco exagerada). Cuando me quise dar cuenta, poco tiempo me había quedado para terminar de prepararme, aún así, ingenua de mí seguía pensando que podría coger el bus para ir a la estación (siempre lo pienso y todavía no sé muy bien porque, si nunca me da tiempo (si ya lo sé, muy extraño en mí, jajaja)). De todo esto, ya habréis supuesto que me tocó llamar a un taxi, pero ahí no acaba esta parte de la historia, sino que a pesar de haberlo cogido con tiempo, había atasco en el centro y adivinar quién estaba en él. A pesar de los obstáculos conseguí no perder el autobús. No sé qué hice mal ese día, lo cierto es que lo estaba pagando caro y más caro que lo iba a pagar. Pues bien a la media hora de camino me di cuenta de que no había ido al baño antes de salir, y que pasa que cuanto más piensas en ello más gana de miccionar (voy a ser fina) te entran, y al final no todo era tan psicológico pues me pase la última hora intentando encontrar la mejor postura y preguntándome que porqué a los sorianos no les había dado la gana de estar situados más cerca. El final de esta incómoda historia se encuentra en la cafetería de la estación, donde después el camarero intentó ligar conmigo.
Ahora toca la parte que a mí más me gusta. Subida en ese autobús que mencioné al principio, las caras de algunas personas ya conocidas se encontraban en él, señal inequívoca de que me acercaba a mi destino y solo por ello toda la espera merecía la pena. Raro era que no se produjera ningún incidente durante todo el camino. En el tramo final del recorrido comencé a notar ese cosquilleo que pronto invadió mi cuerpo: estábamos en Covaleda. Ahí fue donde empezaron todos los preparativos para que en cuanto en autobús diera fin a su recorrido estar preparada para tocar ese suelo tan querido por los que no están. Apagué el MP3, lo guarde con algo de torpeza en mi bolso, los nervios ya me delataban, y me puse el abrigo, solo quedaban unos pocos kilómetros.
De los más longevos del pueblo, de los que pueden contarte historias mucho más sorprendentes; de aquellos que fueron participes de toda tradición, habla la primera imagen que percibí tras pasar el cartel de bienvenida. En ese momento se encontraban al calor de la residencia, todos reunidos en una luminosa sala que invitaba a visitarlos. Cuando quise reaccionar, ya estaba pasando por aquella fábrica que tantos recuerdos me trae, la furgoneta blanca todavía estaba allí, mi padre continuaba trabajando y al parecer lo hacía sin compañía. Ya estaba entrando en aquel lugar que tantas sensaciones provocaba en mi interior, ya había empezado el juego, esta vez fueron dos señoras las afortunadas, diría sus nombres pero no me los sé, son de ese tipo de personas que has visto durante toda la vida pero jamás descubrirás como se llaman. Ellas fueron las primeras que avisté en las calles del pueblo. Tan solo unos metros más y por fin paró. Apresurada salí de aquel autobús y recogí mi maleta; estaba en Duruelo. Note el frío, pero ¡ummmm, que rico frío!, cualquiera lo diría. Conforme me dirigía a casa pensaba en todo lo que había echado de menos recorrer ese camino, pasar por esas calles, ver que el coche del Fonsi sigue aparcado en su sitio y que aquel prado de la esquina se había convertido en unos preciosos bloques de pisos, aunque no conseguía hacerme a la idea. Durante ese trayecto un sentimiento extraño me invadió tras el saludo de un hombre, ya no estaba en la ciudad podía dejar de pensar que el resto del mundo no existía, le respondí y me sonreí a mi misma.
Un peldaño más y mi casa, la Rumba ya estaba ladrando, al otro lado de la puerta me esperaban y sé que deseaban tanto como yo que llegara la hora de salvar esa última barrera, los abrazos fueron increíbles. Yo se que aguardaban desde hacía mucho tiempo ese momento, aunque sus palabras dijeran los contrario. Tras la euforia y los primeros instantes sonó el teléfono, era ella, sabía que se acordaría de mí. Cogí el abrigo y me dirigí a donde me esperaban mis amigas.
En esos pocos días que allí estuve, casi no me dio ni tiempo a extrañar a todas esas personas que forman parte de mi vida y que seguirán en ella durante cinco años más por lo menos y algunas espero que muchos más.
Hoy tenía la necesidad de escribir esto y no podía dormir sin hacerlo, quería expresar que se me hizo corto, tanto que no duro un suspiro el tiempo que pase junto a todas esas personas que siempre han estado en mi vida y que seguirán en ella.